UNA INVESTIGACIÓN SOBRE LAS CAUSAS Y LOS EFECTOS DE LAS VARIOLAE VACCINAE

UNA INVESTIGACIÓN SOBRE LAS CAUSAS Y LOS EFECTOS DE LAS VARIOLAE VACCINAE

Editorial:
CALATRAVA EDICIONES
Año de edición:
Materia
Enfermedades Infecciosas
ISBN:
978-84-938498-2-5
Páginas:
96
N. de edición:
1
Idioma:
Español
Disponibilidad:
Disponible en 10 días

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El presente libro, titulado en el original An Inquiry into the causes and Effects of the Variolae Vaccinae, a Disease Discovered in Some of the Western Counties of England –Particularly Gloucestershire- Known by the Name of the Cow Pox, es por lo tanto una de las obras mas importantes de la medicina. En él encontramos un estilo solido y preciso reflejo de un pensamiento científico riguroso que no deja de sorprender en un médico rural del siglo XVIII. Su lectura es fácil y agradable por su concisión y belleza literaria, muy lejos de lo que pudiera pensarse a priori de un libro de estas características. Pero es necesario dar algunas claves para entender su contenido. En primer lugar hay que situarse en su contexto cultural: todavía transcurría la Revolución Francesa al otro lado del Canal de la Mancha, en el continente Beethoven componía sus obras y la revolución científica realizada por Newton tan sólo 50 años antes ya había calado profundamente en la sociedad y en su visión desacralizada de la naturaleza. Inglaterra, el país de Jenner, era una gran potencia mundial, que empezaba a manifestar su revolución industrial, gozaba de una libertad sin parangón en el resto del mundo y disponía de varias sociedades científicas lideradas por la Royal Society.
Tenemos después que detenernos en el título. En aquella época muchos libros empezaban igual que el de Jenner, An Inquiry into …, por lo que su formato no es una novedad. Tampoco lo es el referirse a la enfermedad de la que trata en latín y en plural, variolae vaccinae, en inglés small pox y en español «viruelas vacunas», algo también habitual en la época. Pero tenemos que destacar aquí que es usual encontrar traducido este título en la literatura médica como «Una investigación sobre … la ‘vacuna de la viruela’», lo que es un error que desgraciadamente se ha perpetuado. Jenner escribió en el original variolae vaccinae, es decir «viruelas vacunas», porque hablaba de una enfermedad de la que se valía para prevenir otra muy parecida, la viruela humana. Jenner nunca habló de vacunas, sino de inoculaciones (término registrado por primera vez en una carta escrita por Emanuele Timoni a la Royal Society en 1713 al referirse a la técnica de variolización). Más tarde, hacia mediados del siglo XIX, las «inoculaciones de la viruela vacuna» se abreviarían a «vacunas» y el término sería utilizado por Louis Pasteur en 1881 para referirse a su preparado profiláctico frente al ántrax, precisamente en honor a Jenner, y a partir de ahí su uso se generalizó por todo el mundo con este significado.
También hay que señalar que a lo largo del libro Jenner se refiere muchas veces a un «virus» como causa de la viruela vacuna. Esto es sumamente llamativo, ya que en el siglo XVIII no se conocía la existencia de los virus ni de ningún otro microorganismo. Un análisis más detallado del asunto nos revela que Jenner empleaba este término no en el sentido actual de una forma de vida minúscula sino en el que tenía en latín de «sustancia venenosa que produce el organismo en determinadas enfermedades». Sí fueron en cambio reales y visionarios sus comentarios en el libro sobre los peligros de la convivencia estrecha entre animales y seres humanos en cuanto a los cambios que pueden sufrir las enfermedades de los primeros para afectar a los segundos. Pero Jenner también cometió errores. En el libro se afirmaba que la viruela vacuna tenía su origen en una enfermedad de los caballos llamada «grasa», a partir de la cual se afectaban las vacas y después los seres humanos. Pero ahora sabemos que la grasa equina es tan solo una enfermedad bacteriana que se produce en los talones de los caballos, en especial en épocas de lluvia y que nada tiene que ver con las viruelas vacuna ni humana. Jenner también afirmó erróneamente que la viruela vacuna protegía frente a la humana durante toda la vida. Probablemente Jenner hubiera sido más preciso en este punto si hubiera dispuesto de un mayor tiempo de observación de sus pacientes inoculados.
Pero lo más importante es que Jenner no se equivocó en lo que eran los elementos básicos de su teoría: que la viruela vacuna protegía frente a la viruela humana, que el factor protector podía propagarse mediante la inoculación a través de varias personas y, muy importante, que este procedimiento no causaba muertes. La técnica de Jenner se extendió por todo el mundo y salvó millones de vidas. Su éxito último fue la eliminación total de una enfermedad grave que nunca tuvo un tratamiento eficaz y que la OMS declaró oficialmente erradicada en 1980.
Usted tiene ahora la oportunidad de disfrutar con el relato de un experimento que un humilde médico rural hizo hace 200 años y que consiguió marcar un hito en la historia de la humanidad. La edición del libro se ha cuidado rigurosamente para que usted tenga la sensación de leer la primera edición original que el propio autor preparó y financió, pero en español: el tamaño del libro, el tipo de letra, la distribución del texto, la calidad del papel, su encuadernación, los reclamos al final de cada página que anuncian la primera palabra de la siguiente, las notas para el encuadernador al pie del texto en letras mayúsculas, la fé de erratas que sólo la primera edición tiene, el peculiar uso de las mayúsculas de su autor y tantos otros detalles. Todo le hará sentir como un ciudadano del siglo XVIII que lee ávido una novedosa forma de acabar con una plaga que afecta cruelmente al mundo en que vive.
Disponible de dos acabados, uno que denominamos "lujo" encuadernado artesanalmente: En piel con guardas en portada, hechas a mano y encuadernado en el mismo estilo en "holandesa" que utilizó el autor y que era frecuente en siglo XVIII en Europa. El otro acabado imita la encuadernación anterior, para poder llegar a todos los presupuestos.

Autor
EDWARD JENNER. El origen de la inmunología se encuentra en la figura de un modesto médico rural naturalista, poeta y violinista que vivió en Inglaterra hace 200 años llamado Edward Jenner (1749-1823). Su mérito fue buscar por primera vez un remedio inmunológico para una enfermedad muy importante en su época, la viruela. La viruela humana tenía una mortalidad cercana al 20 % y la única forma de evitarla era mediante la variolización, es decir, la inoculación en la piel de los sujetos sanos de material procedente de las pústulas de los enfermos, un procedimiento arriesgado.
El propio Jenner recibió este tipo de inoculación a los 8 años de edad. Tres años antes de esta experiencia Jenner se había quedado huérfano y había sido enviado al Cirencester Grammar School donde se formó hasta sus años adultos. Allí hizo amistad con varios naturalistas y médicos. Se dice que fue en esta escuela donde escuchó hablar por primera vez de un hecho curioso que más adelante sería objeto de su investigación: que las ordeñadoras inglesas que padecían con frecuencia una forma leve de viruela llamada viruela vacuna, porque afectaba también a las vacas, nunca sufrían después la viruela humana o lo hacían de forma muy leve.
Pero Jenner tenía todavía que avanzar en su carrera, y por eso a los 22 años marchó a Londres y acabó su formación en ciencias naturales y medicina. Volvió en 1772 a Berkeley como médico y estableció una consulta. Allí transcurrió toda su vida ejerciendo como médico e investigando en múltiples disciplinas como la botánica, la zoología y la farmacología.
En Berkeley y durante muchos años acumuló muchos casos clínicos que le convencieron de lo que el saber popular mantenía, que la viruela vacuna protegía frente a la viruela humana. Cuando creyó tener la suficiente seguridad en este hecho por medio de la observación, el 14 de mayo de 1796 inoculó a un niño de 8 años material de una úlcera de viruela vacuna de una sirvienta empleada en el ordeño de las vacas. El niño sólo sintió una ligera indisposición al cabo de unos días. Para ratificar que el niño había quedado realmente protegido de la viruela humana, el 1 de julio del mismo año Jenner tuvo el valor de inocular al niño la viruela humana –una enfermedad en potencia mortal- a partir de material pustuloso obtenido de una verdadera lesión de viruela humana y pudo ratificar afortunadamente que su paciente no sufrió ninguna enfermedad excepto una pequeña reacción local. El experimento lo repitió una segunda vez algunos meses más tarde.
Jenner interrumpió sus investigaciones después del experimento descrito debido a que en su condado no hubo nuevos casos de viruela vacuna. La tendencia cambió en 1798, momento en que hubo un brote local de este tipo de enfermedad que Jenner aprovechó para proseguir sus experimentos realizando pases del inoculado en cuatro personas y demostrando que esta última protegía frente a la inoculación de la viruela humana a partir de pústulas de enfermos. Reunió toda esta experiencia en este libro histórico que usted tiene entre las manos y que publicó por su cuenta en junio de 1798. A este libro siguieron al menos otros dos escritos cortos que reafirmaron sus conclusiones.
Estos estudios causaron una gran controversia en el ámbito científico. Numerosos e importantes médicos de la época se mostraron públicamente contrarios en aquel momento al método de Jenner. Pero poco a poco Jenner fue ganando adeptos. En tan solo 5 años el libro se había traducido y publicado en las principales lenguas europeas y la práctica de la inoculación de la viruela vacuna (que se acabaría llamando sucintamente «vacuna») se extendió por Europa y América. A principios del siglo XIX el propio Jenner hablaba de más de cien mil personas vacunadas solo en su región.
Finalmente Jenner recibió el reconocimiento profesional y social que merecía y fue invitado a vivir en Londres rodeado de honores. Pero prefirió seguir viviendo en su pequeño pueblo de Berkeley donde pasó los últimos años de su vida retirado de la vida pública y al servicio de sus pacientes y de sus estudios naturalistas. Murió el 26 de enero de 1823 a los 73 años de un accidente cerebrovascular tras una vida que dejó sentadas las bases de la vacunación y con ello de la ciencia de la inmunología.